Hace poco más de tres años llegó a nuestro albergue un perro llamativamente sucio y descuidado. Tenía 8 años y procedía de un criadero, allí su actividad física había sido mínima y esto le provocó un enorme sobrepeso.
¿Os imagináis pasando ocho años de vuestra vida recluidos en un habitáculo de pocos metros?
Terrible, ¿verdad? Pues así los pasó Ron, nuestro Ron, un labrador color chocolate que vivió encerrado por una única razón, para que algunos humanos pudiesen comprar a sus preciosos cachorros. Fue tratado como una simple “herramienta” destinada a la fabricación de cachorros y desechado cuando dejo de ser útil.
Ron volvió a nacer en enero de 2016, en esa fecha fue liberado de la esclavitud a la que fue sometido durante tantos años. Fue entonces cuando descubrió el sabor de la libertad, del aire libre, del cariño, de las caricias, fue entonces cuando descubrió lo que era estar vivo. ¡Y vaya si lo disfrutó! Aprovechó cada segundo de vida como solo saben hacerlo los que han sido privados de ella, olvidó la miserable existencia a la que injustamente había sido sometido, y lo hizo sin rencor, porque el rencor te mantiene preso y él ya no quería más de eso.
Ron era un ser tan alegre, tan cariñoso, tan lleno de vida, que cuando a finales de enero de 2017 firmamos un convenio con una residencia de ancianos para dejarles en acogida a uno de nuestros perros, en seguida pensamos en él. Ron era perfecto para desempeñar la bonita labor de dar compañía a los mayores. Pensamos que la ayuda sería bidireccional, él les daría cariño y ellos le harían sentir parte de una gran familia.
La decisión no pudo ser más acertada, allí se ganó el corazón de toda la residencia. Acompañaba a los mayores en sus sesiones de rehabilitación, en sus paseos, en sus meriendas y en sus ratos de soledad. Tal fue el beneficio que Ron tuvo en sus vidas, que por increíble que parezca, algunos de los ancianos enfermos de Alzheimer que no eran capaces de recordar, le recordaban a él. Ese era su don, se comunicaba de una manera tan especial, que era capaz de romper cualquier barrera y crear unos lazos inquebrantables.
Debido a su obesidad, sufrió una rotura de ligamentos por la que tuvo que ser operado. Esto le mantuvo un tiempo alejado de la residencia, y no hubo ni un solo día en el que los ancianos no preguntasen por él.
Posteriormente tuvo que ser intervenido de unas verruguitas en el párpado, por lo que también tuvo que ausentarse, volviendo al albergue de Pérrikus. Pero esta vez no le dio tiempo a regresar con sus queridos mayores. El 24 de abril su vida se apagó dejándonos un nudo en la garganta y un vacío en el corazón. Ron se fue sin un mal gesto, moviendo su rabito como hacía cada vez que le hablabas o te agachabas a acariciarle. Se marchó sintiéndose querido, porque aunque nunca fue adoptado, fue muy querido. Querido por todas las personas que tuvimos la suerte de conocerle.
Ron fue un ser extraordinario que nos dio una lección de vida, nos enseñó que la felicidad es sencilla, por mucho que los humanos nos empeñemos en complicarla.

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