Isar, la abuela querida
Quiero hablaros de como mi perro Trece y yo decidimos adoptar un compañero, pero no un cachorro o un perro joven…si no una abuela.
Trece me eligió, ya hace 4 años desde su chenil de la perrera. Trece, ese labrador mezcla de nutria…Trece, la bomba atómica, quién es ahora la mitad de mi alma… Perdón, que yo venía a hablaros de Abuelita…
Como iba diciendo, una buena tarde Trece y yo, inseparables como siempre, aparcamos el coche en Perrikus. Íbamos a conocer a nuestro futuro colega, Buscaba una hembra calmada, mayor de 8 meses…sobre todo, una hembra que le enseñara lo que es la calma, la paz de sentirse acompañado cuando se queda solito, y lo más importante para mí, que no trastornara su vida, pues 4 años me ha costado lograr el equilibrio que tiene ahora mi gran amigo.
Conocimos a 3 ó 4 perretes. Un cachorro de 5 meses, saladísimo, aunque quizá demasiado nervioso para él. Una preciosa perrita negra, con miedo a la gente, a la que me hubiera llevado a casa para ayudarla sin el menor asomo de duda, pero ahora mismo no dispongo de todo el tiempo que merece para solventar sus miedos, para enseñarla que no todos los humanos somos malos, que también podemos tener un gran corazón.
Así estábamos, socializando…cuando apareció Isar (ese es su verdadero nombre), a camelarnos de manera evidente, sin ningún disimulo apareció la tía para enamorarnos. Se puso a caminar al lado de Trece, sin agobiarle. Puso postura de juego desde la distancia, con todo su respeto. Y dejé que ella hiciera y deshiciera…y vino hacia mí, con sus doce años, con su carita y huesos de galgo, con su cojera y su patita inflamada. Vino, me miró, se estiró cogiendo postura de reverencia, y cuándo me fui a agachar para acariciarla, se tiró panza arriba a ver si había suerte y la rascaba la barriga. Me dio dos lametones y apoyó su cabeza en mi pierna. Con sus dos ojos que parecen dos canicas negrísimas, su trufa, demasiado grande para su hocico afilado, y de la que me gusta decir que es de pega, como Rudolph. Quién sabe, a lo mejor estas navidades luce!! Sin subirse encima, sin arañar, sin ladrar…toda calma, toda paz.
Total, que nos fuimos a casa a meditar con la promesa de volver. Y así sin pensar, llegué a casa y dije…”abuelita”. Todavía no sé porque lo decidí así. Y volvimos a por ella.
Y os diré que sí, que lleváis razón, que un cachorro es adorable, graciosísimo, loquísimo, llama mucho la atención y es una experiencia muy bonita educarles desde el principio. Pero habéis probado a adoptar un abuelo?
Ahora tengo la casa llena de paz, y. apenas he tenido un solo motivo para regañar a nuestra amiga (vale, solo uno: los días que no quiere comer pero si robar comida de la mesa. Si más sabe el diablo por viejo…)
Porque después de todos los problemillas de ansiedad que tuvo Trece, es un gusto salir de casa sin pensar en si un cachorro habrá enseñado a mi perro lo “diver” de hacer destrozos de jovenzuelos, porque salgo sabiendo que Abuela le enseña lo diver que es estar tumbado a la bartola proyectando calma.
Abuela es la perra más equilibrada que he visto en una protectora. Llora cuando ve un perro porque necesita saludar a todos. Abuela es una galga, con una oreja tatuada que pide mimos a todo el mundo por la calle de una manera suave y no quiere que esos nuevos amigos se marchen. Abuela llega al río y mientras Trece nada y nada sin descanso tras su pelota, palo, o lo que sea que haya encontrado, ella mete sus patitas y se tumba en la orilla. Abuela para mí es ver el relax en forma de perro.
Llegó a casa hace 15 días escasos, con tanto respeto que incluso espera su turno para beber agua. No he tenido que enseñarla de quién es cada comedero, pues ella ya lo sabe. Abuelita se levanta cada noche de su mullida cama y hace ronda hasta mi habitación para cerciorarse de que su familia sigue allí y se vuelve a su cama. Ella aún con correa, me sigue aunque yo solo haya dado un paso, y camina tan cerca por la calle que a veces nos tropezamos. Sin tener que regañarla, darla órdenes, o tirar de su collar. No, ella solo nos sigue, y no la gusta que su manada se aleje dos pasos, no vaya a ser que nos despistemos…
Trece y yo vivíamos tranquilos, y ella está cuidando mucho de que así sigamos. Cuando abro la puerta, allí está mi perro, moviendo el rabo a la velocidad de la luz, mientras nuestra Abuela se levanta y tranquilamente viene y me da con su hociquillo afilado, moviendo el rabo despacito, enseñándonos que la alegría se puede demostrar de muchas formas. Y mientras Trece va a la cocina y hace todos los trucos que sabe para que “caiga” la chuche que sigue a mi llegada, diariamente, ella se queda en la puerta, mirando con sus canicas negras, esperando pacientemente su ración sin pedir nada. La diferencia es que ella no busca comida…ella solo quiere una caricia.
Abuelita proyecta cosas muy bonitas. Se está esforzando mucho por ser parte de la familia, sin saber que ya lo fue desde el momento en el que la conocimos. Abuelita, en nuestros paseos, alza sus orejas y mira hacia dónde Trece se aleja, y no se quiere mover si nota que nuestro amigo se ha quedado atrás. Regañándole de buenas maneras cada vez que su energía sube demasiado, casi puedo escuchar un “jovenzuelo, haz caso a tus mayores”.
Nunca me había planteado adoptar un perro mayor, un jubilado. Pero ahora estoy feliz de haberlo hecho. Ella solo hace lo que la pedimos, y lo único que exige son caricias. Trece es guapo, y no porque yo lo diga siendo su madre humana, sino por su pelaje brillante, sus ojos expresivos. Un perro alegre, un cachorrón grande. Y sin embargo, nunca me habían parado tanto por la calle como desde que paseo con Abuelita. Debe ser su aura…y todas las cosas que inspira mi perra.
Abuelita, de parte de tu familia tenemos que decirte que, aunque sabemos que no podremos disfrutar de ti todo el tiempo del mundo, que no eres un cachorro y no te quedarás aquí tanto como nos gustaría, que tienes tus manías como cualquier abuela y que el duelo llegará antes que habiendo adoptado un perro más joven, estamos seguro de que los años que nos puedas regalar van a estar llenos de sabiduría y enseñanzas para nosotros, jovenzuelos con menos experiencia en esto de vivir.
Ya nos estás demostrando mucho, y no creas, que algún día descubriremos tu truco, ese que hace que tooodo el mundo se enamore de ti solo con mirarte.
Dejaré que nos sigas sorprendiendo y contaré a todo el mundo todo lo bueno que supone adoptar un perrete mayor, para que dejéis de ser los más invisibles de las protectoras. Para que otros corran la suerte que has tenido tú, porque absolutamente todo ser vivo sin pizca de maldad, como vosotros, merece vivir sus últimos años entre algodones, para devolveros de alguna manera todo lo que habéis dado al mundo.
Creo que la gente debería probar alguna vez todo lo bonito que inspira un abuelo. Tal y como los abuelos humanos, no? Habéis probado lo que es mirar a un perro y encontrarle completamente en paz con el mundo? Esa ternura y tranquilidad ante la vida. Me parece que el tándem perfecto, las dos personalidades que se complementan, es un perro con alta energía y un sabio mayor…
Muchas gracias a Perrikus por habernos dado la oportunidad de conocernos.